(Milton Otero)
jueves, 27 de enero de 2011
martes, 25 de enero de 2011
jueves, 20 de enero de 2011
Reflexiones para los intolerantes.
SEÑOR,
Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes
y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna, no me quites la razón.
Si me das éxito, no me quites la humildad.
Si me das humildad, no me quites la dignidad.
Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla,
no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar
igual que yo. Enséñame a querer a la gente como a ti mismoy a no juzgarme
como a los demás. No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación
si fracaso. Mas bien, recuérdame que el fracaso es la experiencia que
precede al triunfo.
Gandhi.
Gandhi.
Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la Tierra es tan corto,
que sufrir es una pérdida de tiempo. Además, el universo siempre está dispuesto
a complacernos, por eso estamos rodeados de buenas noticias.
Cada mañana es una buena noticia. Cada niño que nace es una buena noticia,
cada cantor es una buena noticia, porque cada cantor es un soldado menos,
por eso hay que cuidarse del que no canta porque algo esconde.
Facundo Cabral
martes, 18 de enero de 2011
El hogar: La mejor Universidad o el mejor campo de entrenamiento para el delito
Título de la Redacción del Observador
Correo enviado por Karla Ramos Slagado.
Tomado de informe del Psiquiatra Dominicano,
Cesar Mella
A los jóvenes de este siglo hay que llamarlos varias veces en la mañana para llevarlos a la escuela y, digo llevarlos porque no tienen que tomar el camión o caminar larguísimas distancias para llegar a ella.
Se levantan generalmente irritados porque se acuestan muy tarde, viendo televisión por cable, jugando playstation, hablando o enviando mensajes por teléfono o chateando por la Internet.
No se ocupan de que su ropa esté limpia y mucho menos en poner un dedo en nada que tenga que ver con arreglar algo en el hogar.
Tienen los juegos y equipos digitales más modernos del mercado, Ipod, blackberry y computadora no pueden faltar, como tampoco el pago por su actualización. Hoy los hijos, muchas veces sin merecerlo, presumen el celular más novedoso. El nextel más costoso. La Lap más equipada.Nada les costó. Si se descomponen, para eso estamos, no faltaba más, hay que pagar la reparación, a la brevedad y sin chistar.
Idolatran amigos y a falsos personajes de Realitys de MTV. ¡Ah! pero viven encontrándole defectos a los padres, a quienes acusan a diario de que sus ideas y métodos están pasados de moda.
Se cierran automáticamente a quien les hable de moral, honor y buenas costumbres, y mucho menos de religión. Lo consideran aburrido. Ya saben todo y, lo que no ¡Lo consultan en internet!
Nos asombramos, porque los sicarios cobran cuotas sin trabajar por ellas, cuando a nuestros hijos los acostumbramos a darles todo incluso su cuota semanal o mensual sin que verdaderamente trabajen por ella, y todavía se quejan a porque eso no me alcanza.
Si son estudiantes, siempre inventan trabajos de equipo o paseos de campo, que lo menos que uno sospecha, es que regresarán con un embarazo, habiendo probado éxtasis, coca, marihuana o cuando mínimo alcoholizados.
Y cuando les exiges lo más mínimo en el hogar o en la escuela, lejos de ser agradecidos te contestan, con desfachatez: yo no pedí nacer, es tu obligación mantenerme oquien les manda andar de calientes.
Definitivamente estamos jodidos, pues la tasa de que hagan su vida independiente se aleja cada vez más, pues aún graduados y con trabajo, hay que seguirlos manteniendo, pagándoles deudas, servicios y hasta los partos de sus hijos.
Con lo anterior, me refiero a un estudio que indica que este problema es mayor en chicos de la sociedad de clase media o media alta (o de capas medias urbanas) que bien pudieran estar entre los 14 y los 28 años, si es correcto 28 años o más ¿lo pueden creer? y que para aquellos padres que tienen de dos a cuatro hijos constituyen un verdadero dolor de cabeza.
¿Entonces en qué estamos fallando?
Yo sé, dirán que los tiempos y las oportunidades son diferentes, pues para los nacidos en los años cuarenta y cincuenta, el orgullo reiterado era levantarse de madrugada a ordeñar las vacas con el abuelo; que tenían que ayudar a limpiar la casa; no se frustraban por no tener vehículo, andaban a pie a donde fuera, siempre lustraban sus zapatos, los estudiantes no se avergonzaban de no tener trabajos gerenciales o ejecutivos, aceptaban trabajos como limpiabotas y repartidores de diarios.
Lo que le pasó a nuestras generaciones, es que elaboramos una famosa frase que no dio resultado y mandó todo al diablo:
¡Yo no quiero que mis hijos pasen, los trabajos y carencias que yo pasé!
Nuestros hijos no conocen la verdadera escasez, el hambre. Se criaron en la cultura del desperdicio: agua, comida, luz, ropa, dinero.
El dame y el cómprame, siempre fue generosamente complacido convirtiendo a nuestros hijos en habitantes de una pensión, con sirviente (a) y todo incluido, que después intentamos que funcionara como hogar.
Es alarmante el índice de divorcios que se está generando, van a la conquista de su pareja y vuelven al hogar, sólo unos meses más tarde, divorciados porque la cosa no funcionó; ninguno de los dos quiere servir al otro en su nueva vida. Como nunca batallaron en la pensión con sirviente incluido, en la que se les convirtió el hogar paterno, a las primeras carencias en el propio, avientan el paquete y regresan a la casa para que la mamá y el papá continúen resolviéndoles la vida.
Este mensaje es para los que tienen hijos y que pueden todavía moldearlos, edúquenlos con principios y responsabilidades. háganles el hábito del ser agradecidos.
Háganles el hábito de saber ganarse el dinero con honestidad, la comida, la ropa, el costo de la estancia en la casa en la cual no aportan para el pago de servicios. Háganles saber lo que cuesta cada plato de comida, cada recibo de luz, agua, renta. Háganles sentir en su casa, cómo se comportarían ustedes en casa ajena cuando van de visita.
Por ese domingo o cuota semanal o mensual, edúquenlos en la cultura de la correspondencia y el agradecimiento. Que los sábados o domingos laven el carro, ayuden a limpiar la casa, NO SU CUARTO, esa debe ser obligación de siempre sin pago de por medio. Háganles la costumbre de limpiar sus zapatos, de que paguen simbólicamente, por todo lo que gratuitamente reciben, implántenles la ideología de ameritar una especie de beca escolar que ustedes pagan, y
por la que ellos no pagan ni un centavo, eso puede generar una relación en sus mentes trabajo=bienestar.
Que entiendan que asistir a la escuela, es un compromiso con la vida, que no es ningún mérito asistir a ella. De la responsabilidad con que cumplan ese compromiso, dependerá su calidad de vida futura.
Todos los niños deben desde temprano aprender a lavar, planchar y cocinar, para que entiendan la economía doméstica en tiempos que podrían ser más difíciles.
Cuida lo que ven y ves con ellos en la televisión, y evita caer en el vicio social llamado telenovelas, los videojuegos violentos, la moda excesiva y toda la electrónica de la comunicación, que han creado un marco de referencia muy diferente al que nos tocó. Cuando ocupes corregirlos, aconséjalos, platica con ellos, no los ofendas, no los reprendas en público. Si lo haces, nunca lo olvidarán. Nunca te lo perdonarán.
Estamos comprometidos a revisar los resultados, si fuimos muy permisivos, o sencillamente hemos trabajado tanto, que el cuidado de nuestros hijos queda en manos de las empleadas domésticas y en un medio ambiente cada vez más deformante.
Ojalá que este mensaje llegue a los que tienen la oportunidad de cambiar o hacer algo al respecto. Ya los abuelos pagaron. Nosotros estamos pagando con sangre la transición.
Que cada quien tome lo que la corresponda.
Correo enviado por Karla Ramos Slagado.
Tomado de informe del Psiquiatra Dominicano,
Cesar Mella
A los jóvenes de este siglo hay que llamarlos varias veces en la mañana para llevarlos a la escuela y, digo llevarlos porque no tienen que tomar el camión o caminar larguísimas distancias para llegar a ella.
Se levantan generalmente irritados porque se acuestan muy tarde, viendo televisión por cable, jugando playstation, hablando o enviando mensajes por teléfono o chateando por la Internet.
No se ocupan de que su ropa esté limpia y mucho menos en poner un dedo en nada que tenga que ver con arreglar algo en el hogar.
Tienen los juegos y equipos digitales más modernos del mercado, Ipod, blackberry y computadora no pueden faltar, como tampoco el pago por su actualización. Hoy los hijos, muchas veces sin merecerlo, presumen el celular más novedoso. El nextel más costoso. La Lap más equipada.Nada les costó. Si se descomponen, para eso estamos, no faltaba más, hay que pagar la reparación, a la brevedad y sin chistar.
Idolatran amigos y a falsos personajes de Realitys de MTV. ¡Ah! pero viven encontrándole defectos a los padres, a quienes acusan a diario de que sus ideas y métodos están pasados de moda.
Se cierran automáticamente a quien les hable de moral, honor y buenas costumbres, y mucho menos de religión. Lo consideran aburrido. Ya saben todo y, lo que no ¡Lo consultan en internet!
Nos asombramos, porque los sicarios cobran cuotas sin trabajar por ellas, cuando a nuestros hijos los acostumbramos a darles todo incluso su cuota semanal o mensual sin que verdaderamente trabajen por ella, y todavía se quejan a porque eso no me alcanza.
Si son estudiantes, siempre inventan trabajos de equipo o paseos de campo, que lo menos que uno sospecha, es que regresarán con un embarazo, habiendo probado éxtasis, coca, marihuana o cuando mínimo alcoholizados.
Y cuando les exiges lo más mínimo en el hogar o en la escuela, lejos de ser agradecidos te contestan, con desfachatez: yo no pedí nacer, es tu obligación mantenerme oquien les manda andar de calientes.
Definitivamente estamos jodidos, pues la tasa de que hagan su vida independiente se aleja cada vez más, pues aún graduados y con trabajo, hay que seguirlos manteniendo, pagándoles deudas, servicios y hasta los partos de sus hijos.
Con lo anterior, me refiero a un estudio que indica que este problema es mayor en chicos de la sociedad de clase media o media alta (o de capas medias urbanas) que bien pudieran estar entre los 14 y los 28 años, si es correcto 28 años o más ¿lo pueden creer? y que para aquellos padres que tienen de dos a cuatro hijos constituyen un verdadero dolor de cabeza.
¿Entonces en qué estamos fallando?
Yo sé, dirán que los tiempos y las oportunidades son diferentes, pues para los nacidos en los años cuarenta y cincuenta, el orgullo reiterado era levantarse de madrugada a ordeñar las vacas con el abuelo; que tenían que ayudar a limpiar la casa; no se frustraban por no tener vehículo, andaban a pie a donde fuera, siempre lustraban sus zapatos, los estudiantes no se avergonzaban de no tener trabajos gerenciales o ejecutivos, aceptaban trabajos como limpiabotas y repartidores de diarios.
Lo que le pasó a nuestras generaciones, es que elaboramos una famosa frase que no dio resultado y mandó todo al diablo:
¡Yo no quiero que mis hijos pasen, los trabajos y carencias que yo pasé!
Nuestros hijos no conocen la verdadera escasez, el hambre. Se criaron en la cultura del desperdicio: agua, comida, luz, ropa, dinero.
El dame y el cómprame, siempre fue generosamente complacido convirtiendo a nuestros hijos en habitantes de una pensión, con sirviente (a) y todo incluido, que después intentamos que funcionara como hogar.
Es alarmante el índice de divorcios que se está generando, van a la conquista de su pareja y vuelven al hogar, sólo unos meses más tarde, divorciados porque la cosa no funcionó; ninguno de los dos quiere servir al otro en su nueva vida. Como nunca batallaron en la pensión con sirviente incluido, en la que se les convirtió el hogar paterno, a las primeras carencias en el propio, avientan el paquete y regresan a la casa para que la mamá y el papá continúen resolviéndoles la vida.
Este mensaje es para los que tienen hijos y que pueden todavía moldearlos, edúquenlos con principios y responsabilidades. háganles el hábito del ser agradecidos.
Háganles el hábito de saber ganarse el dinero con honestidad, la comida, la ropa, el costo de la estancia en la casa en la cual no aportan para el pago de servicios. Háganles saber lo que cuesta cada plato de comida, cada recibo de luz, agua, renta. Háganles sentir en su casa, cómo se comportarían ustedes en casa ajena cuando van de visita.
Por ese domingo o cuota semanal o mensual, edúquenlos en la cultura de la correspondencia y el agradecimiento. Que los sábados o domingos laven el carro, ayuden a limpiar la casa, NO SU CUARTO, esa debe ser obligación de siempre sin pago de por medio. Háganles la costumbre de limpiar sus zapatos, de que paguen simbólicamente, por todo lo que gratuitamente reciben, implántenles la ideología de ameritar una especie de beca escolar que ustedes pagan, y
por la que ellos no pagan ni un centavo, eso puede generar una relación en sus mentes trabajo=bienestar.
Que entiendan que asistir a la escuela, es un compromiso con la vida, que no es ningún mérito asistir a ella. De la responsabilidad con que cumplan ese compromiso, dependerá su calidad de vida futura.
Todos los niños deben desde temprano aprender a lavar, planchar y cocinar, para que entiendan la economía doméstica en tiempos que podrían ser más difíciles.
Cuida lo que ven y ves con ellos en la televisión, y evita caer en el vicio social llamado telenovelas, los videojuegos violentos, la moda excesiva y toda la electrónica de la comunicación, que han creado un marco de referencia muy diferente al que nos tocó. Cuando ocupes corregirlos, aconséjalos, platica con ellos, no los ofendas, no los reprendas en público. Si lo haces, nunca lo olvidarán. Nunca te lo perdonarán.
Estamos comprometidos a revisar los resultados, si fuimos muy permisivos, o sencillamente hemos trabajado tanto, que el cuidado de nuestros hijos queda en manos de las empleadas domésticas y en un medio ambiente cada vez más deformante.
Ojalá que este mensaje llegue a los que tienen la oportunidad de cambiar o hacer algo al respecto. Ya los abuelos pagaron. Nosotros estamos pagando con sangre la transición.
Que cada quien tome lo que la corresponda.
jueves, 13 de enero de 2011
El sombrero vueltiao, un patrimonio en el olvido
Por: JOSÉ ALBERTO MOJICA PATIÑO ENVIADO ESPECIAL DE EL TIEMPO* TUCHÍN (CÓRDOBA). | 8:58 p.m. | 12 de Enero del 2011
Del Tiempo.com
Orlando Pérez no entiende cómo el país valora el sombrero, pero poco hace por quienes lo elaboran.
Foto:Los artesanos de este símbolo nacional sostienen la tradición pese a su pobreza.
La vieja y oxidada máquina de coser marca Sínger modelo 65 tose como una locomotora ronca cada vez que Orlando Pérez hunde el pedal con sus pies.
El hombre, de 50 años, le da vueltas al sombrero con unas manos callosas; lo arma cuidadosamente puntada a puntada, con los ojos pegados a una trenza de cañaflecha, mirando por encima de sus gafas.
Es el segundo de los cuatro sombreros que elabora al día en el patio de su rancho de piso de tierra y paredes levantadas con palos de guadua rajados a la mitad, cerca de tres cerditos embarrados y desnutridos.
Estos son sombreros comunes y corrientes, de combate, explica.
Los genuinos, de 19 y 21 puntas de fibra son muy costosos y él no tiene ni los insumos ni el tiempo para hacerlos, y menos quién se los compre.
Los que él fabrica, los vende en la plaza de mercado de su pueblo, Tuchín (Córdoba), cuna de la que es considerada por Artesanías de Colombia como la principal pieza artesanal del país y símbolo nacional por excelencia: el sombrero vueltiao.
-¿Y en cuánto los vende?
-"Pues los vendo a lo que me quieran dar, entre 12 y 15 mil pesos", responde el hombre con un acento que suena extraño: entre costeño e indio. Orlando, indígena zenú de piel tostada, lamenta que su oficio apenas le dé para comer a medias.
"No es mucha cosa lo que dejan los sombreritos: por ahí entre dos mil y tres mil pesos de ganancia cada uno", aclara él, con resignación en la voz.
Orlando, casado y padre de cinco hijos a los que no pudo darles estudio por falta de dinero, no entiende cómo el país se enaltece con el sombrero vueltiao y no hace nada -o muy poco- por aquellos que los tejen con laboriosidad. "Dicen que es el símbolo nacional, y mire cómo vivimos de mal quienes lo hacemos".
Tuchín es un municipio recién nacido que brota de los ardientes Montes de María, en el noroeste del país. Se fundó apenas en el 2007, cuando logró independizarse de su eterno hermano siamés: San Andrés de Sotavento. Es el núcleo del resguardo indígena Zenú y tiene 33 mil habitantes. Y el 80 por ciento de la economía local se deriva de las artesanías.
Es un pueblo que parece congelado en el tiempo. No tiene servicios de agua potable ni de alcantarillado. La Alcaldía es una casa sencilla de dos pisos y en sus terrenos sólo sobreviven unas pocas viviendas rústicas de techo de paja. Los nativos han adoptado la mayoría de costumbres occidentales. Al parecer, la única herencia ancestral que les queda es la de hacer sombreros. Y allí, sorprendentemente, muy pocos los lucen sobre sus cabezas.
Expólita Bravo sumerge sus manos en un balde repleto de barro y agua. Aprieta un manojo de cañaflecha seca -fibra natural con la que se teje el sombrero- que revuelve entre el lodo: un barro especial que sirve de tintura natural y que escarba en un pozo de la casa de su suegro, Ramón Nova.
La mujer, madre de cinco hijos, cuenta que su oficio no es negocio para los artesanos sino para los intermediarios que lo pagan a cualquier precio y se quedan con las ganancias.
Un negocio para otros
Es cierto. Un sombrero auténtico de 19 tiritas de cañaflecha, cuya elaboración tarda una semana, lo venden allí a 120 mil pesos, en promedio, y a 90 mil si es al por mayor. Basta con preguntar en las tiendas de artesanías de Cartagena o Bogotá para darse cuenta de que los elevan hasta 400 ó 500 mil pesos. "Los artesanos tienen que vender los sombreros al precio que ponga el comprador, por la necesidad de llevarles comida a sus hijos", comenta Luz Marina Moreno, artesana y secretaria de Cultura del municipio.
Y añade, con indignación: "Es muy triste que los herederos de esta tradición, que es el símbolo que representa a Colombia en el mundo, vivan en condiciones tan lamentables".
Ella advierte que la falta de organización entre los artesanos también influye, pues cada quien vende por su cuenta: no tienen quién los represente comercialmente y la única cooperativa está de capa caída.
Medardo de Jesús Suárez es uno de los maestros artesanos de Tuchín. Tiene 75 años y no sabe hacer otra cosa que tejer sombreros. Tanto así que el año pasado un grupo de empresarios chinos, que fue a Tuchín, le ofreció una buena cantidad de dinero para que se fuera con ellos a enseñarles la técnica del sombrero vueltiao.
Él no quiso. "Eso sería vender nuestra herencia", dijo entonces el hombre, quien reprueba que al sombrero lo imiten de todas las formas posibles.
Alexander Parra, funcionario de Artesanías de Colombia, cuenta que el sombrero vueltiao, y su pinta, son usados en mochilas, ponchos y cachuchas, en telas y materiales sintéticos. También en sombreros de cartón que regalan en las fiestas populares. Los hacen en diferentes regiones del país y se sospecha, incluso, que estarían llegando del exterior.
Pero si todo les sale bien a los tuchineros, podrán ponerle un tatequieto a los falsificadores. Esto, gracias a la solicitud de denominación de origen que se hizo ante la Superintendencia de Industria y Comercio. Todo, dentro de un proyecto de propiedad intelectual liderado por Artesanías de Colombia, que busca que los artesanos blinden legalmente sus creaciones. Cuando se obtenga, el símbolo ya no podrá ser empleado libremente, como hasta ahora, a menos que paguen por los derechos.
Jesús Hernández, directivo de la cooperativa de artesanos de Tuchín, no encuentra la fórmula para enfrentar la explotación comercial de la que son víctimas. Él recuerda que hace algunos años el sombrero y las manillas de cañaflecha se pusieron de moda por cuenta de la tienda de los hijos del entonces Presidente, Álvaro Uribe.
"Eso fue un boom farandulero. Los hijos del Presidente sólo beneficiaron a un par de familias, no más; no fomentaron una organización, ni obras sociales. No dejaron nada y ni volvieron", dice Hernández.
El peruano Ray Meloni, consultor de la Unión Europea y experto en propiedad intelectual, interrumpe al artesano. "Yo le voy a decir qué les dejaron los hijos de Uribe. Dejaron la idea clara de que el negocio es rentable, que hay todo un potencial para exportar y vender lo que quieran", le recomienda el especialista al advertirle que eso será posible si el Estado los organiza en un centro de acopio y comercialización. De lo contrario, reiteró, seguirán haciendo millonarios a otros con el símbolo nacional que tejen con sus manos laboriosas.
El hombre, de 50 años, le da vueltas al sombrero con unas manos callosas; lo arma cuidadosamente puntada a puntada, con los ojos pegados a una trenza de cañaflecha, mirando por encima de sus gafas.
Es el segundo de los cuatro sombreros que elabora al día en el patio de su rancho de piso de tierra y paredes levantadas con palos de guadua rajados a la mitad, cerca de tres cerditos embarrados y desnutridos.
Estos son sombreros comunes y corrientes, de combate, explica.
Los genuinos, de 19 y 21 puntas de fibra son muy costosos y él no tiene ni los insumos ni el tiempo para hacerlos, y menos quién se los compre.
Los que él fabrica, los vende en la plaza de mercado de su pueblo, Tuchín (Córdoba), cuna de la que es considerada por Artesanías de Colombia como la principal pieza artesanal del país y símbolo nacional por excelencia: el sombrero vueltiao.
-¿Y en cuánto los vende?
-"Pues los vendo a lo que me quieran dar, entre 12 y 15 mil pesos", responde el hombre con un acento que suena extraño: entre costeño e indio. Orlando, indígena zenú de piel tostada, lamenta que su oficio apenas le dé para comer a medias.
"No es mucha cosa lo que dejan los sombreritos: por ahí entre dos mil y tres mil pesos de ganancia cada uno", aclara él, con resignación en la voz.
Orlando, casado y padre de cinco hijos a los que no pudo darles estudio por falta de dinero, no entiende cómo el país se enaltece con el sombrero vueltiao y no hace nada -o muy poco- por aquellos que los tejen con laboriosidad. "Dicen que es el símbolo nacional, y mire cómo vivimos de mal quienes lo hacemos".
Tuchín es un municipio recién nacido que brota de los ardientes Montes de María, en el noroeste del país. Se fundó apenas en el 2007, cuando logró independizarse de su eterno hermano siamés: San Andrés de Sotavento. Es el núcleo del resguardo indígena Zenú y tiene 33 mil habitantes. Y el 80 por ciento de la economía local se deriva de las artesanías.
Es un pueblo que parece congelado en el tiempo. No tiene servicios de agua potable ni de alcantarillado. La Alcaldía es una casa sencilla de dos pisos y en sus terrenos sólo sobreviven unas pocas viviendas rústicas de techo de paja. Los nativos han adoptado la mayoría de costumbres occidentales. Al parecer, la única herencia ancestral que les queda es la de hacer sombreros. Y allí, sorprendentemente, muy pocos los lucen sobre sus cabezas.
Expólita Bravo sumerge sus manos en un balde repleto de barro y agua. Aprieta un manojo de cañaflecha seca -fibra natural con la que se teje el sombrero- que revuelve entre el lodo: un barro especial que sirve de tintura natural y que escarba en un pozo de la casa de su suegro, Ramón Nova.
La mujer, madre de cinco hijos, cuenta que su oficio no es negocio para los artesanos sino para los intermediarios que lo pagan a cualquier precio y se quedan con las ganancias.
Un negocio para otros
Es cierto. Un sombrero auténtico de 19 tiritas de cañaflecha, cuya elaboración tarda una semana, lo venden allí a 120 mil pesos, en promedio, y a 90 mil si es al por mayor. Basta con preguntar en las tiendas de artesanías de Cartagena o Bogotá para darse cuenta de que los elevan hasta 400 ó 500 mil pesos. "Los artesanos tienen que vender los sombreros al precio que ponga el comprador, por la necesidad de llevarles comida a sus hijos", comenta Luz Marina Moreno, artesana y secretaria de Cultura del municipio.
Y añade, con indignación: "Es muy triste que los herederos de esta tradición, que es el símbolo que representa a Colombia en el mundo, vivan en condiciones tan lamentables".
Ella advierte que la falta de organización entre los artesanos también influye, pues cada quien vende por su cuenta: no tienen quién los represente comercialmente y la única cooperativa está de capa caída.
Medardo de Jesús Suárez es uno de los maestros artesanos de Tuchín. Tiene 75 años y no sabe hacer otra cosa que tejer sombreros. Tanto así que el año pasado un grupo de empresarios chinos, que fue a Tuchín, le ofreció una buena cantidad de dinero para que se fuera con ellos a enseñarles la técnica del sombrero vueltiao.
Él no quiso. "Eso sería vender nuestra herencia", dijo entonces el hombre, quien reprueba que al sombrero lo imiten de todas las formas posibles.
Alexander Parra, funcionario de Artesanías de Colombia, cuenta que el sombrero vueltiao, y su pinta, son usados en mochilas, ponchos y cachuchas, en telas y materiales sintéticos. También en sombreros de cartón que regalan en las fiestas populares. Los hacen en diferentes regiones del país y se sospecha, incluso, que estarían llegando del exterior.
Pero si todo les sale bien a los tuchineros, podrán ponerle un tatequieto a los falsificadores. Esto, gracias a la solicitud de denominación de origen que se hizo ante la Superintendencia de Industria y Comercio. Todo, dentro de un proyecto de propiedad intelectual liderado por Artesanías de Colombia, que busca que los artesanos blinden legalmente sus creaciones. Cuando se obtenga, el símbolo ya no podrá ser empleado libremente, como hasta ahora, a menos que paguen por los derechos.
Jesús Hernández, directivo de la cooperativa de artesanos de Tuchín, no encuentra la fórmula para enfrentar la explotación comercial de la que son víctimas. Él recuerda que hace algunos años el sombrero y las manillas de cañaflecha se pusieron de moda por cuenta de la tienda de los hijos del entonces Presidente, Álvaro Uribe.
"Eso fue un boom farandulero. Los hijos del Presidente sólo beneficiaron a un par de familias, no más; no fomentaron una organización, ni obras sociales. No dejaron nada y ni volvieron", dice Hernández.
El peruano Ray Meloni, consultor de la Unión Europea y experto en propiedad intelectual, interrumpe al artesano. "Yo le voy a decir qué les dejaron los hijos de Uribe. Dejaron la idea clara de que el negocio es rentable, que hay todo un potencial para exportar y vender lo que quieran", le recomienda el especialista al advertirle que eso será posible si el Estado los organiza en un centro de acopio y comercialización. De lo contrario, reiteró, seguirán haciendo millonarios a otros con el símbolo nacional que tejen con sus manos laboriosas.
lunes, 10 de enero de 2011
EL ESPEJO ATERRADOR DE LAS ASPIRANTES A MODELO.
Gente
domingo, 2 de enero de 2011
Una "Nueva era"
Estamos despiertos y atentos a los cambios que se han, se están y seguirán dándose en el continuo movimiento de la vida, sus afanes, vicisitudes y generosidades cuando las hay, dentro de la dinámica cambiante de nuestra sociedad, donde al parecer solo hay lugar para el bienestar de los que crecen y se educan con el único propósito de hacer dinero al precio que sea, sin importar a quien se tenga que arruinar en su honra, vienes y existencia. Estamos asistiendo al nacimiento de una nueva especie humanoide despojada del amor, ni sentimentalismos, la que desde niños practica el pragmatismo salvaje despiadado, inspirado en la emoción que le produce al cuerpo, que se lleva pegado a una cabeza instintiva de animal depredador, la posesión respaldada por el poder que da tener los bolsillos abultados de plata, con el único fin de someter bajos la oprobiosa practica de la esclavitud, a sus congéneres débiles: Vieja especie esta que al parecer por estar inmersa en el humanismo pacifico y solidario inspirado en en las buenas y sanas costumbres y el amor espiritual a Dios, llegó a su final en las postrimerías del siglo que acaba de terminar, y hoy sus herederos pagan el precio de este descuido que está cobrando muchas vidas y destrozando el principio de la estructura social de armoniosa convivencia, que al hombre se le puso en sus manos desde sus orígenes para que la civilidad protegiera su extinción de la faz de la tierra.
Edición No 17
Fue publicada hace año. La redirección de la cobertura de este periódico contempla los municipios de Montería, Cereté, Cianaga de Oro, Sahagún, Chinú, entre otros del departamento de Córdoba.
Periodico El Observador Edicion N° 5
Periodico El Observador Edicion 5
Mientras la conversión de esta edición a formato pdf, se produjo un error. Sin embargo trabajaré para repararlo.
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